Mientras esperas a Godot. Un viaje hacia la Claridad, de Eduar Garza, no es un ensayo convencional ni una obra filosófica en el sentido estricto. Es algo más íntimo, más sutil, más necesario. Es el tipo de libro que se abre cuando la prisa se ha ido y uno empieza a preguntarse, no tanto por el rumbo de las cosas, sino por el sentido de estar en ellas. ¿Por qué seguimos esperando? ¿A quién? ¿Y qué se supone que debe ocurrir cuando eso que esperamos aparece?
Este libro no ofrece respuestas, y esa es su primera grandeza. Lejos de prometer soluciones, propone un viaje honesto hacia el fondo de lo humano, un viaje sin atajos ni mapas cerrados. Cada capítulo es como una pequeña ventana abierta al paisaje interior: lo que duele, lo que pesa, lo que callamos. Lo que, sin saberlo, nos convierte en quienes somos.
La estructura fragmentaria —que recuerda a los cuadernos de Rilke o los aforismos de Pascal— permite entrar en el libro por cualquier parte, como si cada entrada fuera una estación en un camino mayor. Hay capítulos que parecen cartas, otros que se sienten como susurros al oído, y también hay pasajes que invitan a cerrar el libro solo para mirar por la ventana y dejar que las palabras hagan su trabajo en silencio.
Lo que emociona no es tanto lo que se dice, sino cómo se dice. La prosa es cuidadosa, serena, con una cadencia casi poética. Cada frase parece haber sido pulida no para brillar, sino para resonar. Hay ecos de Camus, de Kundera, de Sartre… pero sin el peso académico, sin la distancia fría del tratado. Aquí no hay tronos filosóficos, sino un banco en medio del camino donde alguien se sienta contigo y comparte lo que ha visto. Y lo hace con una voz propia, madura, que no pontifica, pero sí acompaña.
El autor habla del poder, del ego, de la muerte, de la mediocridad, de la pobreza no solo como conceptos abstractos, sino como trampas cotidianas que limitan la libertad y distorsionan el deseo. Pero también habla —y mucho— de la vulnerabilidad, de la valentía de pedir ayuda, del valor de detenerse a escuchar. De esa claridad que, como la luz de la mañana en invierno, no abriga, pero revela.
No es un libro para leer con prisa. Ni siquiera para leer de un tirón. Es un libro para tener cerca, como esos cuadernos donde uno apunta lo que no quiere olvidar. Cada página ofrece algo que invita a pensar, a sentarse un rato con uno mismo, a dar un paso hacia dentro. No es divulgativo en el sentido clásico, pero sí accesible. Y sobre todo, profundamente humano.
Al final, el lector siente que ha estado frente a un espejo tranquilo, uno que no devuelve la imagen que espera, sino la que necesita ver. La que muestra no lo que somos, sino lo que podríamos ser si nos atreviéramos a mirar de frente el caos y aún así elegir la claridad.
“Godot llegará, quizás no hoy, ni mañana, pero algún día. Y ese día justificará cada instante dedicado a creer y a luchar por un mundo mejor.” Esta frase, tomada del propio texto, no es una promesa, sino una afirmación silenciosa de fe en lo esencial. Porque esperar, bien entendido, no es pasividad: es acto de coraje. Es vivir sabiendo que hay algo más allá del ruido, algo por lo que merece la pena seguir avanzando.
Este artículo resume el informe editorial profesional que se hizo del libro a la llegada a la Editorial y, en este caso no es una valoración o crítica personal, pues nadie debería hacerlo sobre su libro. Por ese motivo escogí este resumen del informe editorial que recibí.
El libro tendrá su presentación oficial el próximo mes de Octubre pero, si deseas reservar tu ejemplar, de momento está disponible en la web del autor: htttps://eduargarza.es/comprar/.